¡POBRE LOCO! *
Un poco más de tinta y de papel sobre el tema de los locos, a lo mejor, para quedar siempre en lo mismo. “La Industria” de Trujillo ha editorializado en más de una oportunidad sobre el abandono de los orates, como que es un problema serio de nuestra ciudad, no ajeno a otras del país y de otros países, en especial en los Estados Unidos en donde afecta a niños y jóvenes escolares o universitarios y que agresivamente matan masivamente.
¡Pobres locos!, indefensos, abandonados; quién sabe, si
explotados o maltratados. Una tragedia individual que se proyecta hacia una
tragedia social. Sin embargo, locos los hay de varios tipos y se encuentran en
todo lado y nivel: en casa y fuera de ella, entre pobres y ricos, gobernantes y gobernados y, también,
sublimes, sanos, insanos y de los que se hacen los locos. Hay una vitrina muy
surtida. Son tan tenues los límites entre la cordura y la locura que traen
locos a sicólogos y siquiatras, los que son, también, un tipo de locos que
curan a los demás, cuando pueden, pero jamás se
curan a sí mismos.
Locos sublimes
La sublime locura es alienación. La persona que se
arrebata por la ciencia o el arte o la religión o la humanidad es un sublime
alienado. Se trata de personas extrañas, admiradas por pocos, rechazadas y
hasta combatidas por muchos, mientras viven, pero generan adhesiones multitudinarias, cuando ya
han muerto. Están fuera de los límites
reconocidos como normales y sus actos pueden ser incomprensibles. Les importa poco las consecuencias a que se
enfrentan o aquellas cosas que a la mayoría sí les importa mucho. Son esas
personas a quienes la humanidad les debe muchas de las maravillas de las que
gozan. Estos locos tienen un corazón de oro y un algo así como si jamás
hubieran perdido la inocencia, son una especie de niños eternos o, apenas,
adolescentes. Crean, inventan, predican, oran, pintan, escriben, dicen su
verdad y hasta arriesgan la vida. Desarrollan una extraordinaria actividad con
admirable genialidad. Se trata de seres anormales para el mundo que los rodea. Viven
complacidos en su soledad y dispuestos a la grandeza del espíritu que los
desborda. Locos sublimes en excelsa locura.
Locos sanos
Tienen cierto parecido a los locos sublimes. Se confunden
entre las personas normales; pero, súbitamente accionan con arrebato. Son
propicios a la euforia, pero, incapaces de hacerle mal a nadie. Pueden ofender
con su verdad, a la que se aferran tercamente. Ellos gustan llamar pan al pan y
vino al vino. Esta es su característica determinante. Parecen atolondrados y
son capaces de acciones con resultados brillantes, aunque sin llegar a la
excepcionalidad. Junto a ellos, se tiene la sensación de confianza y se percibe
su sinceridad, aún en su eventual agresividad, más bien, apasionamiento. Son
personas amenas y soportables, buenos promotores políticos; pero, no son buenos
para políticos, operadores de poder,
pues difícilmente tendrían un éxito duradero y, es más, jamás volverían a ser
promovidos o convocados, salvo casualidad de coyuntura. Su gusto por la verdad
compromete su futuro y el de su colectividad. Como tales locos no adulan ni se
compadecen con la mentira son tenidos como personas conflictivas, pues no son
propicios a los negociados ni a las repartijas.
Es mejor tenerlos como símbolos, admirándolos en su vitrina, que como
actores directos en la toma de decisiones efectivas, aunque sí como consejeros.
En el Perú nos hacen falta un buen número de este tipo de locos en las
gerencias o direcciones estratégicas o, quién sabe, si en la presidencia de la
República; entonces, no serían
necesarias estrategias o comisiones anticorrupción.
Locos insanos
Son personas antítesis de los locos anteriores. Su
anormalidad es negativa. Son una especie de sádicos que se complacen en
maltratar a las personas de su alrededor o a todo el que encuentran en su
camino, sin importarle la relación de parentesco o de “amistad”. Al final,
resultan víctimas de sí mismos, aunque nunca lo reconocen y buscan siempre a
alguien responsable de sus desgracias. Son poco confiables. Se saben útiles
para muchos y sacan ventaja de las posiciones que se les encarga, plagian,
piratean, fingen y arriban. Están en todos los círculos, a los que se infiltran
fácilmente con impresionante agresividad y obtienen lo que quieren, aunque
terminen desencantando y desencantados. Seguramente que sufren su locura y la
proyectan con malévolos propósitos de hacer a otros desgraciados. Es mejor no
toparse con ellos, aunque esto no es siempre fácil. Sí son locos, en verdad,
diríamos, insanos.
Locos rematados
Sin perjuicio de la corrección técnica, se les llama con
diversos nombres: orates, enajenados mentales, esquizofrénicos, etc. etc.
Carecen de conciencia de sí mismos, es decir desconocen en donde están, pierden
la noción del tiempo, no saben quiénes son y pueden ser pasivos o agresivos o,
simplemente, tenerse como otra persona o animal o cosa.
Son personas que conmueven el alma de quien la lleva bien
puesta. Algunos tienen la fortuna de tener a quien se preocupe por ellos en
casa o en establecimientos especiales (clínicas psiquiátricas o manicomios) y
hasta pueden llegar a ser controlados. Otros andan sueltos en la calle, aunque no,
abandonados a su suerte ni perdidos. Muchos sólo se tienen a sí mismos y
esperan de la caridad humana algún auxilio. A veces se incorporan al ambiente
del barrio o de la ciudad de modo que son familia de todos. Muchos años ha,
deambulaba por las calles de Trujillo el “loco Pacheco “y, por muchos años
cerca, la “Negra Carlota”, mujer de mediana edad y alta estatura, con vara en
mano cobraba peaje en la esquina Pizarro-Orbegoso; ambos, inofensivos locos;
pero no faltan, hoy, los que tiran piedras y agreden a los peatones. Por mis barrios (allá en Piura), recuerdo a
los locos “Pasco” quien se decía hijo de un hacendado y vestía chalina en pleno
verano norteño con 30 grados de temperatura, a
“Meme”, quien aplaudía a héroes imaginarios, a “Olivo” que se pretendía
émulo de cuanto político estaba de moda, arengaba a los postes y discutía con
los vientos los problemas de la guerra, pues se creía Hitler y al pobre y
diminuto “Manterito”, cuya locura se debía a un brebaje que le diera su mujer
para poder irse con otro, según contaban las malas lenguas. Simplemente, eran
locos rematados, sin esperanzas de cura, los que en sus hablares decían tantas
corduras, como si fueran verdades que algún ser del más allá les hubiera
revelado. Hoy en día nos preocupan esos locos, traídos sabe Dios de donde,
quienes aparecen de noche a la mañana y algunos son extremadamente violentos y
peligrosos y otros exhiben tal miseria que oprime el corazón de pena al verlos.
En fin, seres que la sociedad tiene el deber de protegerlos, si estuvieran
totalmente abandonados.
Los que se hacen los locos
Son personas con plena conciencia
de sí mismos, pero, ellos gustan aparecer siempre inocentes de sus extrañas y
fingidas locuras y se dan maña para conseguirlo. Tienen éxito, porque dominan
la técnica de hacerse los locos tontos o alegan perturbaciones mentales para
disimular sus fechorías y, así, poder ser calificados como inimputables de
comisión delictiva y gozar de encierro hospitalario. Tienen magníficas dotes de
actores teatrales para promover la piedad de las gentes y hasta el cariño de
personas que pretenden, al punto de esclavizarlas. Se aprovechan en todo y de
todos. Son gente muy peligrosa y es mejor ponerlas en evidencia, en cuanto sea
posible. En realidad, no son locos. Son vivos.
El año del loco
En el mes de noviembre hay un día específico dedicado al
loco; pero, generalmente, pasa desapercibido. Tal vez sea conveniente declarar
“El año del loco” y elaborar un plan oficial, de modo que todos los organismos
públicos y privados concurran con su cooperación a la ejecución de las acciones
programadas para ampliar o mejorar los hospitales especializados y hasta auspiciar acciones que prevengan
cierto tipo de casos. Vivimos tiempos difíciles y propicios para la locura y
nadie puede sentirse libre de verse un día lanzando piedras en la calle o
sentado en una banca del parque hablando solo,
arengando a los vientos o pateando a los árboles, cansado de patear
latas en la calle; peor, todavía, paseando desnudo por algunas de las avenidas
de la ciudad, creyéndose Adán y pretendiendo a toda Eva que pasa por allí. Dios
se apiade de nosotros y de ellas.
*
Del Libro “SOCIOLOGÍA POPULAR”
Es una muestra de uno de los ejes de ensayos del Libro Sociología Popular, pues el libro es una colección de ensayos sobre diversos aspectos que se integran en el complejo social, de modo que el lector pueda tener el placer de su lectura o el enojo por la misma razón y lanzar sus c´riticas(lo cual es bienvenido) o la censura(si quiere).
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