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lunes, 23 de noviembre de 2015

MUSICA,VIDA Y DESARROLLO

MÚSICA, VIDA Y DESARROLLO

Guillermo G. Guerra Cruz

Trujillo es una metrópoli de muchas inquietudes artísticas, en sus diversas manifestaciones, aunque unas se sobrepongan a otras, por periodos y circunstancias diversas. Una de las que ha tomado presencia importante en los últimos años es la música por la presencia de grupos en los diversos géneros y certámenes internacionales que enaltecen a la ciudad.
  
Hace ya bastantes años se me ocurrió rendir homenaje a la música en el día de Santa Cecilia, sin que la piadosa virgen y mártir  fuera el tema de ese artículo, pero sí, el recuerdo y homenaje a los cultores de este excelso arte, tan mal pagado, entre nosotros, como sacrificado su cultivo. En este artículo vuelvo sobre el tema, considerando lo que se quedara en el tintero, entonces, extendiendo mi homenaje al artista en general, ahora con el Reglamento de la Ley del Artista que garantizará sus creaciones.  

Música y alcohol 

La música es como el alcohol, salvando las distancias entre ellos. Nos acompañan en la tristeza y en la alegría; en el triunfo y en el fracaso; en el nacimiento, como en la muerte; en el frío o en el calor; en el día, como en la noche. Música y alcohol suelen encontrarse y marchar juntos, de acuerdo a la ocasión. La música nos acompaña desde que estamos en el vientre de la madre y, en ciertos casos, también, a la última morada. La música alegra nuestra infancia y mitiga nuestra vejez, como motivadora de recuerdos felices e infelices. La música desarrolla, vigoriza y enaltece. El alcohol consume, debilita y envilece, si de él  se abusa. Música sin alcohol es alegría, compañía, meditación, limpieza espiritual. Alcohol sin música es aprensión, ilusión de vencer frustraciones o fracasos, batalla contra monstruos escondidos, en fin, vicio maldito que consume  los beneficios que el Señor y la naturaleza regalan a la condición humana que la eleva sobre el instinto animal. La música es el mejor vehículo para que la oración se eleve al Señor. El alcohol es el mejor combustible para llegar aceleradamente al infierno, en vida.

Qué clase de música 

Hablando de música, quisiera ignorar y no encontrarme con musicólogos o puristas del sonido ni con fanáticos de tipos y estilos o de escuelas o periodos. Sólo quisiera intercambiar ideas y opiniones con los que gustan de la música de todos los tiempos y lugares. La música es mensaje generacional, expresión de alma nacional o de aspiraciones universales. La música es belleza, dependiendo del cristal con que se la mire. No me atrevería a decir, objetivamente, que existe música desagradable. Sólo se que hay música en todo lo que nos rodea: en el discurrir del arroyo, en el susurro de las hojas, en el silbido de los vientos y en el trinar de las aves; también, en el trajinar de las gentes, en el funcionar de toda clase de máquinas y hasta en el tronar de balas y cañones. ¿Cuál de estos sonidos es preferible? ¿Quién podría decirlo?, pues  el mismo oyente en la ocasión y en el momento propicios.

Audición e imaginación 

No faltan aquéllos que no desean y hasta repudian toda música que no sea la conocida como música culta (barroca, clásica, romántica o contemporánea), tampoco faltan los otros a quienes se les pone la piel como carne de gallina al escucharla. Son extremos infelices, prisioneros de algún prejuicio o, simplemente, mutilados musicales. Cuan infeliz debe ser quien no sienta pulsar sus sentidos o le discurra una lágrima de los ojos o se le dibuje una sonrisa en los labios al escuchar la antigua canción de cuna, viva aún en el fondo de su subconsciente o imaginar o recordar una melodía o articulación de sonidos que sin perturbación auditiva le llegue a este sentido como código de  sus vivencias o de sus aspiraciones. Es asunto de virtud auditiva y sensibilidad personal. Lo inadmisible es degenerar la música con gritos destemplados o exageradas unidades de sonido.

¿Cuan lleno de consuelo habrá sido el mundo de Beethoven, aún en la desesperación de su sordera, imaginando la música que no pudo escuchar? ¡Qué triste debe ser el mundo de los sordos sin imaginación! Cuánto consuelo habrá encontrado Felipe Pinglo en sus alucinaciones, buscando las notas y las letras de sus tiernos o alegres valses, mitigando los dolores de su cruel enfermedad.

Vida y música

La música es como la vida y cada expresión es un mundo de impresiones y vivencias. Domina los sentidos y llega a las zonas misteriosas del ser humano. Activa el recuerdo, exalta la esperanza y motiva el optimismo. Creo que el animal se humaniza, cuando siente la música y el hombre se animaliza, cuando la repudia. La vida es, a veces, alegre como un tondero o triste como un yaraví y, entre estos momentos, alegría y tristeza, el alivio de un vals o el romance de una balada. La vida es majestuosa como una marcha, sencilla como una ronda, tierna como una canción de cuna y dura como una danza guerrera. La vida es loca como el rock metálico y apacible como una tonada pastoril. Hay música para toda ocasión y quien no la aprovecha es un insensible o un débil mental. No será culpa de la música y que no se la califique de fea o huachafa. Que vuelva a nacer el hombre que hubiera envejecido sin susurrar melodía en oreja de mujer o la mujer que no hubiera suspirado, idealizando un amor en una melodía. Hay música para el espíritu y para el cuerpo. La hay de la pacífica y de la terrible, de la efímera y de la eterna y, como los estilos de vida, cada cual escoge la suya, según sus dones y potenciales para desarrollar vivencias o simplemente para vivir el momento.

Música y desarrollo 

Un pueblo que no canta o musicalice carece de identidad y creo imposible que en el mundo haya alguno. Se puede definir la idiosincrasia de un pueblo, según como en él se cante  o se haga música. Si en algún lugar la costumbre es que cada cual cante o toque como se le pegue la gana, será un colectivo orientado por la desorganización y el individualismo; pero si en una colectividad, los individuos, en las más diversas ocasiones, se organizan para cantar o musicalizar, se confía en uno de ellos para dirigir, ordenar sus voces o los instrumentos, ese será un pueblo solidario, capaz de organizar su desarrollo de modo planificado y realista, seguramente más racional que sentimentaloide. Si en algún lugar las gentes gustan de multiplicar y hasta de elevar exponencialmente los sonidos, al punto de hacer sufrir los tímpanos y sin importarle espacio y hora, esas gentes, seguramente, carecen de responsabilidad y consideración para consigo mismo y para los demás; si, al contrario, en algún lugar, las gentes escuchan con calculado potencial auditivo todo tipo de música y de acuerdo a ocasión y lugar, siempre considerando la tranquilidad de los demás, ese es, sin lugar a dudas, un pueblo capaz de convivir de modo disciplinado y de organizar su crecimiento y desarrollo con éxito.

Educación por el arte

Hace ya más de 30 años se organizó y se ensayó una reforma educativa (1972) en el Perú, orientando el proceso en un contexto que se le llamara la educación por el arte, como una expresión del ideal platónico. Ese fue un laudable ensayo, independientemente del régimen político de entonces. Se trabajó en la formación de docencia especializada y se insistió hasta en la adecuación instrumental a la realidad nacional. Entonces, el país contó con el apoyo y el auxilio de pueblos desarrollados que generosamente transmitieron las técnicas de la educación en las diversas manifestaciones del arte y el desarrollo espiritual y físico. ¿Qué sucedió con esa reforma? Simplemente se disolvió y se volvió a los esquemas del sistema que se reformara, sobre la especulación fácil que educar por el arte es pérdida de tiempo y desperdicio vano de recursos. Bueno, no es el caso de ponerse a llorar. En todo caso es un asunto de responsabilidad de las familias, las que no deben de perder de vista que la motivación a cultivar expresiones artísticas, de modo ordenado y sensible, es la mejor forma de liberar al hombre de tensiones y de impulsarlo a mejores niveles de racionalización. Sin embargo hay que reconocer que el sistema educativo reaccionó, algo así, como para mitigar ese abandono y nos alivió con la existencia de talleres diversos para el cultivo del arte en la organización y ejecución curricular en el proceso educativo.    

En conclusión 

No debiera existir centro educativo, instituto superior o universidad que no auspicie coros, grupos musicales y de teatro, exposiciones de pintura, escultura y toda expresión de belleza Así mismo, es deseable que en cada junta vecinal o parroquia se promuevan grupos artísticos, particularmente vocales e instrumentales y con todos éstos arribar a una selección distrital y hasta provincial, de modo tal que proyecte imagen del alma del colectivo a que pertenecen.


No quiero concluir sin hacer mención a los esfuerzos de la asociación que dirige Maruja Alemán, la que con mucho esfuerzo ha institucionalizado el encuentro internacional de canto lírico que enaltece a nuestra ciudad, lo cual no excluye a muchas otras asociaciones a personas de buena voluntad que generosamente promueven diversos géneros musicales y artísticos en general. A todas ellas, nuestras congratulaciones.