En 1944, Don Manuel Prado, el aristócrata, presidente de la República del Perú, declaró el 31 de Octubre DÍA DE LA CANCIÓN CRIOLLA, como un medio para desviar los conflictos campesinos y de obreros, lo que si bien es criticable; sin embargo, se hizo justicia y se propició el cultivo de las expresiones mestizas y nacionales, aunque, a pesar del esfuerzo que se hace en el presente, tiene poco eco en la juventud, ganada por las expresiones musicales más alla de las fronteras. Menos mal que el afán de disipar las tensiones, la población asiste a los festejos y si no baila, canta.
FELIZ DÍA A MI AMADA CANCIÓN CRIOLLA.
DE MÚSICA Y CRIOLLISMO
Patria y Música
La música es el sonido hecho poesía o la poesía hecha
sonido, eso depende de la perspectiva de las miradas. Se ha fijado un día de
recordación u homenaje a la música criolla, como un signo de reivindicación de
nuestros valores culturales, dormidos y traslapados debajo de rumas de
expresiones musicales de otros pueblos, valiosas, por cierto, poética y
musicalmente, pero de otros ejes temporales y espaciales, es decir de otras
patrias y otros recuerdos; los cuales pueden incorporarse a la cultura
individual del que las vive en algún momento de su vida, pero que vienen por un
proceso deductivo y no por una pertenencia cultural inmediata. Por eso, los
sones de la tierra se sienten y se comprenden mucho más, lejos de la patria,
que cuando estamos en ella. Se sienten también con gran intensidad en los
momentos en los que la patria peligra o debe ser reivindicada. El grito del
patriota hecho música ha hecho temblar al extranjero invasor.
Valor universal de la música
La expresión musical dice de una identidad colectiva y
todos nacemos como correspondientes a una comunidad, cuya historia se traduce
en la genética de los individuos que la conforman y de los cuales nacen todas
las expresiones artísticas. De aquí el
valor de la música que nos arrulla, nos sigue en el proceso de desarrollo y
hasta nos acompaña al volver al polvo. Pero, junto con el valor de
identificación cultural, la música, como expresión del espíritu, se enraíza en
lo más profundo de la humanidad, al punto que identifica a un conjunto de
patrias que hacen una sola cultura, como la cultura occidental que aglutina
valores continentales, que se universalizan con el aporte de diversas culturas.
Así pasa con los tambores y maracas del continente africano, tan nuestros como
lo son de los aborígenes de esos lares. Podríamos decir, por eso, que la
historia de la música es la historia de la humanidad y cuando se universaliza
es un vínculo de unión y solidaridad.
La música popular peruana
La cultura europea, vía la conquista española, trajo nuevo idioma, nueva religión y nuevos modos
de expresión artística a un espacio de aborígenes con cultura y
civilización bastante desarrolladas,
particularmente en la música, al punto que ante la fortaleza e influencia de
ésta en el ánimo de los nativos, se establecieron limitaciones oficiales que
llegaron hasta la persecución. La fuerza del desarrollo de una nueva población
( criollos y mestizos), de incorporaciones de nuevos grupos étnicos ( negros)y
de movilizaciones de clase social
trajeron, como lógica consecuencia de la
diversidad de identidades, nuevas manifestaciones artísticas y una de ellas fue
la marinera que, según algunos bajó de los salones a los callejones, pero otros
afirman que fue arrebatada a los negros por los blanquiñosos limeños como
refugio en los recuerdos de su fortuna de antaño. En este contexto podemos
distinguir en la música popular peruana la indígena, la criolla y la negroide.
En la investigación musicológica se ha
dado mayor énfasis a la música incaica que a las otras y el desarrollo
del conocimiento de estas expresiones debe ser el trabajo de universidades y
conservatorios. Sólo así contribuiremos a afirmar nuestra identidad, aunque por
la globalización el rock nos siga inquietando y hasta dominando.
El criollismo
Es una expresión que dice de una de las tendencias
mestizas en sus producciones artísticas de diversa índole y que se traducen en
la música y en la danza; sin descartar otras, igualmente valiosas. Es algo así como el deslizamiento del alma
popular peruana en la música europea, española o austríaca. Zarzuelas,
operetas y valses de este origen invaden
los teatros y salones exquisitos de la capital de la República y no menos de
las sedes provinciales con prosapia artística y, como el espíritu no tiene
clase, las melodías de estas manifestaciones discurren a los oídos de la gente
del pueblo de alma sensible que las transforma
y las presenta con versos, melodías y ritmos propios, un poco fuera de
las sofisticaciones técnicas de las orquestaciones profesionales, en muchos
casos sin registros escritos y con lanzamientos de oído, razón por la que los
autores se pierden y las composiciones se repiten como un hecho colectivizado.
La marinera y el vals son expresiones típicas del acrisolado mestizaje. La
marinera es la consecuente del fandango y las tonadillas españolas que el
talento mestizo la peculiariza y la perfila de un modo inconfundible y que debe
su nombre a Abelardo Gamarra “El Tunante”.El vals es la transformación del vals
vienés y junto a él, la polca que es
manifestación de algarabía jaranera, seguramente resultado de conjugaciones
populares peruanas con las sofisticadas europeas.
Si bien las distancias eran una barrera entre los países
del sur americano (Perú,Chile y Argentina), la música siempre viajaba con las
giras de los intérpretes, influenciándose recíprocamente. Algo de esto también
se incluyó en la generación de la música criolla que cobra personalidad hacia
fin del S. XIX y que se afianza con el
destaque del talento de Felipe Pinglo, hacia el último lustro de los primeros
treinta años del S.XX. Felipe Pinglo es el Maestro,
es el hito que marca la evolución de la música criolla y, especialmente, la
del vals. Discurren por los valses de Pinglo sabores románticos, como en el Huerto de mi amada; nostálgicos, como
en el Espejo de mi vida, de sensibilidad al dolor, como en el Canillita o en el Labriego y de sana rebeldía, como en El Plebeyo. Al mencionar a Pinglo no
ignoro la pléyade de nuestros autores, no solo limeños, sino de todo el Perú,
como Carreño, autor trujillano y tantos otros.
Mi saludo y mis recuerdos
No quiero concluir sin saludar a quienes siguen
esforzándose por conservar y rescatar este aspecto artístico que corresponde a
nuestra identidad y sin dejar de exhortar a nuestros conservatorios para que,
sin dejar la música de elite,
intensifiquen la investigación y el conocimiento de nuestros
compositores y de sus valiosas
producciones, mostrándolas al mundo con orgullo. Recuerdo que, en una estadía
en Alemania, a comienzos de los sesenta, me llené de orgullo al encontrar
anunciado en el Conservatorio de Colonia la realización de un seminario sobre
la música criolla del Perú. En aquellos tiempos, en el Conservatorio de Música
de Trujillo esos géneros populares no tenían cabida.
Ahora, quiero hacer justicia recordando con entusiasmo y
gratitud al maestro Wilfredo Obando, autor de la marinera “San Miguel de Piura”
que es como un himno de esa tierra y su vals, entre otros, Adelaida, dedicado a
su hermana. Fue mi profesor de teoría musical en el colegio. En él, rindo homenaje a todos los músicos
criollos de la jarana y del recuerdo.