MÚSICA, VIDA Y
DESARROLLO
Guillermo G. Guerra Cruz
Trujillo es una metrópoli de muchas inquietudes
artísticas, en sus diversas manifestaciones, aunque unas se sobrepongan a
otras, por periodos y circunstancias diversas. Una de las que ha tomado
presencia importante en los últimos años es la música por la presencia de
grupos en los diversos géneros y certámenes internacionales que enaltecen a la
ciudad.
Hace ya bastantes años se me ocurrió rendir
homenaje a la música en el día de Santa Cecilia, sin que la piadosa virgen y
mártir fuera el tema de ese artículo, pero
sí, el recuerdo y homenaje a los cultores de este excelso arte, tan mal pagado,
entre nosotros, como sacrificado su cultivo. En este artículo vuelvo sobre el
tema, considerando lo que se quedara en el tintero, entonces, extendiendo mi
homenaje al artista en general, ahora con el Reglamento de la Ley del Artista
que garantizará sus creaciones.
Música y alcohol
La música es como el alcohol, salvando las
distancias entre ellos. Nos acompañan en la tristeza y en la alegría; en el
triunfo y en el fracaso; en el nacimiento, como en la muerte; en el frío o en
el calor; en el día, como en la noche. Música y alcohol suelen encontrarse y
marchar juntos, de acuerdo a la ocasión. La música nos acompaña desde que
estamos en el vientre de la madre y, en ciertos casos, también, a la última
morada. La música alegra nuestra infancia y mitiga nuestra vejez, como
motivadora de recuerdos felices e infelices. La música desarrolla, vigoriza y
enaltece. El alcohol consume, debilita y envilece, si de él se abusa. Música sin alcohol es alegría,
compañía, meditación, limpieza espiritual. Alcohol sin música es aprensión,
ilusión de vencer frustraciones o fracasos, batalla contra monstruos
escondidos, en fin, vicio maldito que consume
los beneficios que el Señor y la naturaleza regalan a la condición
humana que la eleva sobre el instinto animal. La música es el mejor vehículo
para que la oración se eleve al Señor. El alcohol es el mejor combustible para
llegar aceleradamente al infierno, en vida.
Qué clase de música
Hablando de música, quisiera ignorar y no
encontrarme con musicólogos o puristas del sonido ni con fanáticos de tipos y
estilos o de escuelas o periodos. Sólo quisiera intercambiar ideas y opiniones
con los que gustan de la música de todos los tiempos y lugares. La música es
mensaje generacional, expresión de alma nacional o de aspiraciones universales.
La música es belleza, dependiendo del cristal con que se la mire. No me
atrevería a decir, objetivamente, que existe música desagradable. Sólo se que
hay música en todo lo que nos rodea: en el discurrir del arroyo, en el susurro
de las hojas, en el silbido de los vientos y en el trinar de las aves; también,
en el trajinar de las gentes, en el funcionar de toda clase de máquinas y hasta
en el tronar de balas y cañones. ¿Cuál de estos sonidos es preferible? ¿Quién
podría decirlo?, pues el mismo oyente en
la ocasión y en el momento propicios.
Audición e imaginación
No faltan aquéllos que no desean y hasta
repudian toda música que no sea la conocida como música culta (barroca,
clásica, romántica o contemporánea), tampoco faltan los otros a quienes se les
pone la piel como carne de gallina al escucharla. Son extremos infelices, prisioneros
de algún prejuicio o, simplemente, mutilados musicales. Cuan infeliz debe ser
quien no sienta pulsar sus sentidos o le discurra una lágrima de los ojos o se
le dibuje una sonrisa en los labios al escuchar la antigua canción de cuna,
viva aún en el fondo de su subconsciente o imaginar o recordar una melodía o
articulación de sonidos que sin perturbación auditiva le llegue a este sentido
como código de sus vivencias o de sus
aspiraciones. Es asunto de virtud auditiva y sensibilidad personal. Lo
inadmisible es degenerar la música con gritos destemplados o exageradas
unidades de sonido.
¿Cuan lleno de consuelo habrá sido el mundo de
Beethoven, aún en la desesperación de su sordera, imaginando la música que no
pudo escuchar? ¡Qué triste debe ser el mundo de los sordos sin imaginación! Cuánto
consuelo habrá encontrado Felipe Pinglo en sus alucinaciones, buscando las
notas y las letras de sus tiernos o alegres valses, mitigando los dolores de su
cruel enfermedad.
Vida y música
La música es como la vida y cada expresión es
un mundo de impresiones y vivencias. Domina los sentidos y llega a las zonas
misteriosas del ser humano. Activa el recuerdo, exalta la esperanza y motiva el
optimismo. Creo que el animal se humaniza, cuando siente la música y el hombre
se animaliza, cuando la repudia. La vida es, a veces, alegre como un tondero o
triste como un yaraví y, entre estos momentos, alegría y tristeza, el alivio de
un vals o el romance de una balada. La vida es majestuosa como una marcha,
sencilla como una ronda, tierna como una canción de cuna y dura como una danza
guerrera. La vida es loca como el rock metálico y apacible como una tonada
pastoril. Hay música para toda ocasión y quien no la aprovecha es un insensible
o un débil mental. No será culpa de la música y que no se la califique de fea o
huachafa. Que vuelva a nacer el hombre que hubiera envejecido sin susurrar
melodía en oreja de mujer o la mujer que no hubiera suspirado, idealizando un
amor en una melodía. Hay música para el espíritu y para el cuerpo. La hay de la
pacífica y de la terrible, de la efímera y de la eterna y, como los estilos de
vida, cada cual escoge la suya, según sus dones y potenciales para desarrollar
vivencias o simplemente para vivir el momento.
Música y desarrollo
Un pueblo que no canta o musicalice carece de
identidad y creo imposible que en el mundo haya alguno. Se puede definir la
idiosincrasia de un pueblo, según como en él se cante o se haga música. Si en algún lugar la
costumbre es que cada cual cante o toque como se le pegue la gana, será un colectivo
orientado por la desorganización y el individualismo; pero si en una
colectividad, los individuos, en las más diversas ocasiones, se organizan para
cantar o musicalizar, se confía en uno de ellos para dirigir, ordenar sus voces
o los instrumentos, ese será un pueblo solidario, capaz de organizar su
desarrollo de modo planificado y realista, seguramente más racional que
sentimentaloide. Si en algún lugar las gentes gustan de multiplicar y hasta de
elevar exponencialmente los sonidos, al punto de hacer sufrir los tímpanos y
sin importarle espacio y hora, esas gentes, seguramente, carecen de
responsabilidad y consideración para consigo mismo y para los demás; si, al
contrario, en algún lugar, las gentes escuchan con calculado potencial auditivo
todo tipo de música y de acuerdo a ocasión y lugar, siempre considerando la
tranquilidad de los demás, ese es, sin lugar a dudas, un pueblo capaz de
convivir de modo disciplinado y de organizar su crecimiento y desarrollo con
éxito.
Educación por el arte
Hace ya más de 30 años se organizó y se ensayó
una reforma educativa (1972) en el Perú, orientando el proceso en un contexto
que se le llamara la educación por el arte, como una expresión del ideal
platónico. Ese fue un laudable ensayo, independientemente del régimen político
de entonces. Se trabajó en la formación de docencia especializada y se insistió
hasta en la adecuación instrumental a la realidad nacional. Entonces, el país
contó con el apoyo y el auxilio de pueblos desarrollados que generosamente
transmitieron las técnicas de la educación en las diversas manifestaciones del
arte y el desarrollo espiritual y físico. ¿Qué sucedió con esa reforma?
Simplemente se disolvió y se volvió a los esquemas del sistema que se
reformara, sobre la especulación fácil que educar por el arte es pérdida de
tiempo y desperdicio vano de recursos. Bueno, no es el caso de ponerse a
llorar. En todo caso es un asunto de responsabilidad de las familias, las que
no deben de perder de vista que la motivación a cultivar expresiones artísticas,
de modo ordenado y sensible, es la mejor forma de liberar al hombre de
tensiones y de impulsarlo a mejores niveles de racionalización. Sin embargo hay
que reconocer que el sistema educativo reaccionó, algo así, como para mitigar
ese abandono y nos alivió con la existencia de talleres diversos para el
cultivo del arte en la organización y ejecución curricular en el proceso
educativo.
En conclusión
No debiera existir centro educativo, instituto
superior o universidad que no auspicie coros, grupos musicales y de teatro,
exposiciones de pintura, escultura y toda expresión de belleza Así mismo, es
deseable que en cada junta vecinal o parroquia se promuevan grupos artísticos,
particularmente vocales e instrumentales y con todos éstos arribar a una selección
distrital y hasta provincial, de modo tal que proyecte imagen del alma del
colectivo a que pertenecen.
No quiero concluir sin hacer mención a los
esfuerzos de la asociación que dirige Maruja Alemán, la que con mucho esfuerzo
ha institucionalizado el encuentro internacional de canto lírico que enaltece a
nuestra ciudad, lo cual no excluye a muchas otras asociaciones a personas de
buena voluntad que generosamente promueven diversos géneros musicales y
artísticos en general. A todas ellas, nuestras congratulaciones.
Efectivamente don Guillermo, la música es como el alcohol o la droga -desde luego guardando sus distancias- porque sucede que una vez introducida en el alma, terminarán sus acordes por apagarse conforme también se nos apaga la existencia. Quienes, como el suscrito, tuvo el privilegio de pertenecer al Orfeón Universitario -cuyo rico repertorio de influencia andina, española e italiana dirigido magistralmente por los maestros Fernández y Rinaldi-, pudimos difundirlo por casi toda la costa peruana. Conocimos felizmente de la exquisitez y belleza de memorables melodías como la Pampa y la Puna, el Cóndor Pasa, India Bella, Palomita Palomita, Ave María, etc. que tienen justamente su mejor registro en la pausa coral, por lo que, estas maravillosas canciones como todas las que forman parte del repertorio musical y artístico en general, no pueden dejar de estar presente en el discurrir de nuestras vidas como un sello característico de .afición y devoción por el arte, de tal suerte que, cada vez que se desarrolla el Concurso Internacional de Canto Lírico o cualquier otro evento artístico de esta índole u otros donde gana fama un cantante, orquesta trujillana, pintor como Gerardo Chávez, la resultante de toda esta disposición y gusto es porque nos sintamos verdaderamente orgullosos de vivir en una era de insospechables aptitudes.
ResponderEliminarHola Juan, tu experiencia es la evidencia de ese sentir que transmite la música. Por cierto, la voz como instrumento musical es un don divino y el cultivo de la música mediante un instrumento mecánico es un don del esfuerzo y la constancia para su aprendizaje y perfección. Un saludo cordial
EliminarEfectivamente don Guillermo, la música es como el alcohol o la droga -desde luego guardando sus distancias- porque sucede que una vez introducida en el alma, terminarán sus acordes por apagarse conforme también se nos apaga la existencia. Quienes, como el suscrito, tuvo el privilegio de pertenecer al Orfeón Universitario -cuyo rico repertorio de influencia andina, española e italiana dirigido magistralmente por los maestros Fernández y Rinaldi-, pudimos difundirlo por casi toda la costa peruana. Conocimos felizmente de la exquisitez y belleza de memorables melodías como la Pampa y la Puna, el Cóndor Pasa, India Bella, Palomita Palomita, Ave María, etc. que tienen justamente su mejor registro en la pausa coral, por lo que, estas maravillosas canciones como todas las que forman parte del repertorio musical y artístico en general, no pueden dejar de estar presente en el discurrir de nuestras vidas como un sello característico de .afición y devoción por el arte, de tal suerte que, cada vez que se desarrolla el Concurso Internacional de Canto Lírico o cualquier otro evento artístico de esta índole u otros donde gana fama un cantante, orquesta trujillana, pintor como Gerardo Chávez, la resultante de toda esta disposición y gusto es porque nos sintamos verdaderamente orgullosos de vivir en una era de insospechables aptitudes.
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