RAZONES DE UNA DEDICATORIO
Alguien me preguntó
por qué dedicaba este libro, SOCIOLOGÍA POPULAR, al
revolucionario Luis de la Puente Uceda. Mi respuesta fue: Por
sentimiento, conocimiento y convicción.
Sentimiento, porque
allá por los años del segundo tercio de los 50, entre el 54 y el 60 participábamos de la experiencia en la lucha
por la autonomía universitaria y el derecho de las juventudes a expresarse democráticamente
en la constitución de los órganos de gobierno. Discutíamos (no disputábamos)
sobre concepciones y métodos para tales fines, militando en grupos diferentes,
él, en la célula aprista y yo, en la
demócrata cristiana, siempre con respeto y consideración. Percibí
entonces en él un espíritu con sentido cristiano, lo cual nunca recusó y más
bien lo afirmó y reafirmó en su vida personal.
Conocimiento, pues me
consta su vocación democrática y
socialista, no sólo por los coloquios
esporádicos, sino por su participación en encuentros o conversatorios
polémicos que se organizaran en la “Academia Cosmos”. En uno de estos eventos
el expuso con mucha firmeza sus
ideas socialistas y democráticas
frente a la propuesta marcadamente marxista-leninista de un apreciado intelectual
de mucho prestigio, centrando el asunto, en los aspectos de formas de gobierno
y modelos económicos. De la Puente afirmó, entonces, que el sistema económico
ruso era un capitalismo de Estado.
Convicción, por estar,
yo, convencido de su espíritu
revolucionario y libertario en un auténtico sentido de lucha a favor de las clases menos
favorecidas y de terminar con la alternancia oligárquica en el poder. Fue así
que separado de su partido, por su desacuerdo con las transacciones con las
oligarquías, las cuales recusábamos en los predios universitarios y ellos
tenían que resistirlas y hasta justificarlas con aparente adherencia. Viajó a
Cuba y dio testimonio del proceso allí instaurado. Percibió, entonces, que la
Social Democracia en la que él había puesto su fe política, era menos
socialista y cada vez más formalmente democrática, de manipulación de masas y
no de servicio a las mismas. Asediado y amenazado por fuerzas oscuras y, dadas
las circunstancias, se alzó en armas contra el poder formal en una lucha
romántica y yo diría en una lucha de cuerpo a cuerpo, pues sólo él y sus
enrarecidas huestes, entre las cuales marcharon algunos buenos amigos y, así,
llevarían adelante los combates sin amenazar a los pueblos, ni enrolar
adolescentes o campesinos y, mucho menos, a niños. Una lucha con la esperanza
de redimir a los sufridos trabajadores agrarios de los latifundios y a los
trabajadores de las minas, quien sabe los más sufridos, entonces. Precisamente, esto dice de su consecuencia
revolucionaria, no sólo en el discurso o el blando destierro; sino, dando
muestras de desprendimiento, pues entregó sus bienes a sus campesinos y se
sacrificó a sí mismo a sus ideales.
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