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lunes, 22 de octubre de 2012

RAZÓN DE UNA DEDICATORIA A LUIS DE LA PUENTE UCEDA


RAZONES DE UNA DEDICATORIO


Alguien me preguntó por qué dedicaba  este libro, SOCIOLOGÍA POPULAR, al revolucionario Luis de la Puente Uceda. Mi respuesta fue: Por sentimiento, conocimiento y convicción.

Sentimiento, porque allá por los años del segundo tercio de los 50, entre el 54 y el 60  participábamos de la experiencia en la lucha por la autonomía universitaria y el derecho de las juventudes a expresarse democráticamente en la constitución de los órganos de gobierno. Discutíamos (no disputábamos) sobre concepciones y métodos para tales fines, militando en grupos diferentes, él, en la célula aprista y yo, en la  demócrata cristiana, siempre con respeto y consideración. Percibí entonces en él un espíritu con sentido cristiano, lo cual nunca recusó y más bien lo afirmó y reafirmó en su vida personal.

Conocimiento, pues me consta  su vocación democrática y socialista, no sólo por los coloquios  esporádicos, sino por su participación en encuentros o conversatorios polémicos que se organizaran en la “Academia Cosmos”. En uno de estos eventos el expuso con mucha firmeza sus  ideas  socialistas y democráticas frente a la propuesta marcadamente marxista-leninista de un apreciado intelectual de mucho prestigio, centrando el asunto, en los aspectos de formas de gobierno y modelos económicos. De la Puente afirmó, entonces, que el sistema económico ruso era un capitalismo de Estado.

Convicción, por estar,  yo, convencido de su espíritu revolucionario y libertario en un auténtico sentido  de lucha a favor de las clases menos favorecidas y de terminar con la alternancia oligárquica en el poder. Fue así que separado de su partido, por su desacuerdo con las transacciones con las oligarquías, las cuales recusábamos en los predios universitarios y ellos tenían que resistirlas y hasta justificarlas con aparente adherencia. Viajó a Cuba y dio testimonio del proceso allí instaurado. Percibió, entonces, que la Social Democracia en la que él había puesto su fe política, era menos socialista y cada vez más formalmente democrática, de manipulación de masas y no de servicio a las mismas. Asediado y amenazado por fuerzas oscuras y, dadas las circunstancias, se alzó en armas contra el poder formal en una lucha romántica y yo diría en una lucha de cuerpo a cuerpo, pues sólo él y sus enrarecidas huestes, entre las cuales marcharon algunos buenos amigos y, así, llevarían adelante los combates sin amenazar a los pueblos, ni enrolar adolescentes o campesinos y, mucho menos, a niños. Una lucha con la esperanza de redimir a los sufridos trabajadores agrarios de los latifundios y a los trabajadores de las minas, quien sabe los más sufridos, entonces.  Precisamente, esto dice de su consecuencia revolucionaria, no sólo en el discurso o el blando destierro; sino, dando muestras de desprendimiento, pues entregó sus bienes a sus campesinos y se sacrificó a sí mismo a sus ideales.

Ahora, Ustedes me dirán si estas no son razones suficientes. 

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