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domingo, 19 de agosto de 2012

SOCIOLOGÍA POPULAR.PRÓLOGO


PRÓLOGO

Por Eduardo González Viaña
Un libro escrito frente a la muerte

A cualquiera le asusta la posibilidad de leer un serio libro de sociología. Mucho más le intimida el hecho de que se intente que esta disciplina de especialistas sea popular. Y sin embargo, nada menos que Sociología Popular es el título de este texto.

Por fortuna, nuestros temores son superados por el hecho de que el autor es un jurista que escribe como si estuviera hablando, un poeta que no sabe que lo es y un osado explorador que se atreve a estudiar la sociedad de su tiempo.
Este es un libro escrito frente a la muerte. No la suya, sino la de todos nosotros, los personajes de esta sociedad y éste Perú a caballo entre dos siglos. Guillermo Guerra Cruz estudia un tiempo de nuestra historia que es el suyo y el de todos nosotros. No es un historiador porque aquel se refiere a las sociedades muertas. Es un artista hablando del escenario.

Guerra Cruz ha recopilado una serie de los ensayos que escribiera en "La Industria" y en otras publicaciones. Todos ellos convergen en el camino de la sociología porque recrean expresiones sociales como la religión y la música o los comportamientos del hombre en la sociedad, tanto en la vida doméstica como en la pública. El libro es resultado de sus reflexiones sobre cada uno de nosotros y los medios con los cuales nos insertamos en la sociedad organizada.

Sociología Popular es el resultado de una angustia y de un desvelo perpetuos. El autor siente que en el fondo de todos los hechos que narra y analiza hay una agónica convocatoria a la solidaridad, a la responsabilidad y al abandono del individualismo. Se pregunta, sin embargo, si es posible conciliar esta llamada social con la autonomía propia del individuo.

Si se pudiera conjugar la responsabilidad individual con la seguridad del estado-piensa Guerra Cruz-"ese es el remedio para curar la corrupción que parece incurable en un proceso de hipocresías de toda índole en un sistema en el que la administración de justicia no tiene aún niveles importantes de moralidad y coherencia."

El estudio de la sociedad peruana de nuestros días podría dar lugar a un libro deprimente, pero Guerra no llega siquiera a la melancolía. Por el contrario, a la visión del Perú se añade un planteamiento histórico, una perspectiva de camino con destino, un sentimiento de nación.

El libro que comentamos es, desde todos los temas que trata, un aporte al descubrimiento de la clase de nación que es la nuestra. Se me ocurre recordar el concepto de Benedict Anderson para quien la nación es una comunidad imaginaria o un artefacto cultural. Es imaginaria porque los miembros e incluso de la nación más pequeña nunca conocerán, verán o escucharán a la mayoría de sus congéneres, pero en la mente de cada uno de ellos vive la imagen de su comunidad.

Sobre esta nación soñada o deseada escribe Guerra. Para orientar al lector ha reunido los ensayos en cuatro ejes los cuales son: I) Más allá de la muerte II) Educación superior y desarrollo. III) Perfiles y costumbres y IV) Política, gobernabilidad y administración.

En el primer eje, recuerda el autor que el cristianismo es la religión en la que coincidimos la mayor parte de los peruanos y se pregunta si nuestra creencia comunitaria puede expresarse en una praxis política.
Le parece importante señalar que esa opción ha tenido éxito e importantes países europeos y en algunos países latinoamericanos, pero no se ha expresado sino débilmente en el Perú. Advierte que, por cierto, hay una contradicción entre la praxis política y la expresión de Jesús: "Mi reino no es de este mundo." Señala además que nadie puede pretender ser la traducción del mensaje social contenido en el Evangelio.

Expresa también con cierta tristeza que "el pueblo peruano parece no querer a Cristo Jesús en las calles y sí, adorarlo en el tabernáculo o en el sagrario, en donde deben permanecer tranquilo, bajo llave y escuchar nuestras plegarias... Lo que hagamos en la calle es cosa nuestra."

Guillermo Guerra Cruz ha sido profesor universitario desde 1961. Es la mayor parte de su vida y de sus preocupaciones. Esto es lo que lo hace insistir en una formación integral con bases humanísticas para desarrollar las competencias científicas y tecnológicas. El problema es intentar que todo ello se integre en el currículo como plan de formación humanística, científica y tecnológica.

En cuanto concierne a perfiles y costumbres, este libro nos sorprenderá por su conocimiento de la gente y nos divertirá por las clasificaciones y con mucho acierto hace el autor.

El pavo real congrega en su texto a una serie de tipos entre los cuales el buen lector no quisiera encontrarse. Son ellos los predestinados, los engreídos, los autosuficientes y los vanidosos.

Leyendo a Guerra podemos reconocer a muchas personas que conocemos como aquellos que hablan "aunque no corresponda al contexto, de semiótica, dialéctica, estadísticas y campanilla las palabras que expresan en gesticulaciones teatrales. Como el pavo real, se empluma en todo campo..."

La misión y la naturaleza de la política es la preocupación final y también central de este libro. Para Guerra, el asunto es preguntarse de qué manera la política armoniza con los valores que predica.

Observador participante en el drama de estas últimas décadas, el autor sabe por qué y de quienes se está hablando. No en vano han sido amigos suyos personajes que le han dado un soplo de esperanza a la vida peruana. Basta con leer las dedicatorias al ilustre Valentín Paniagua que devolvió la constitucionalidad al Perú sin pretender estar en palacio de gobierno más tiempo del que le correspondía. Igualmente, son personajes de su tiempo Amado Ezaine Chávez,  Orlando Hernández y Rodolfo Armas Blengeri.

Por fin, en la primera página del texto se lee un homenaje a Luis de la Puente Uceda a quien llama hombre de fe en la justicia, revolucionario con gran sentido cristiano, romántico, generoso y heroico en su consecuencia de querer hacer del Perú una patria para todos, a costa de su propia vida, nunca de vidas inocentes.

De cara frente a la muerte de un tiempo, Guillermo Guerra Cruz es el anunciador profético de una sociedad que terminaremos de construir en tanto y en cuanto nos conozcamos. Esto significa que seremos mejores, mucho mejores, cuando la sociología sea de veras popular, o sea cuando toda la sociedad pueda caber en el corazón de un solo hombre.

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