JUSTICIA
Y DESARROLLO
Guillermo
G. Guerra Cruz
Nos
referimos aquí a la Administración de Justicia y, particularmente, a lo que
acaece en nuestro país; aunque mucho de lo que diremos no sólo resulta
privativo de un solo Estado. Cuando las encuestadoras buscan la opinión de la
ciudadanía sobre los servicios judiciales, encuentran una franca decepción e insatisfacción
popular, apreciación que arrastra a buenos y deficientes, sin explicaciones de
lo complejo de esta labor y, peor aún, de los defectos en la estructura y en
las posiciones orgánicas del ejercicio judicial, sometidos, no raramente, a
presiones de diversa índole que amenazan su tranquilidad y hasta su
estabilidad.
Inversionistas
y Justicia
Los
países inversionistas demostraron, frecuentemente, desconfianza en este
aspecto, llegando a calificar en un mismo saco a países subdesarrollados y en
desarrollo, con expresiones como “países en los que se compra y se vende la
justicia”. Vale decir que aunque uno de
los litigantes tuviera la razón, sólo la tendrá el mejor postor.
Hay
una serie de expresiones que parecieran justificar esta forma de ver a este
Poder del Estado, así, “más vale un mal arreglo que un buen juicio” y
quien se encuentre al filo de una
situación de litigio, aun sabiendo de las patrañas en su contra y de la
justicia de su causa, antes de exponerse a un proceso, evaluará los potenciales
económicos y posibles influencias políticas del agraviante para tomar la
decisión más conveniente.
Indeseable
lobby
Existe
la impresión de que en diversos niveles de la Administración de Justicia hay personalidades
de alto nivel al servicio de ciertas fuerzas con tradición de poder político y
económico, de modo que el litigante que contase con este arsenal le importará
poco entrar a un arreglo y preferirá el litigio, sabiendo que está en
condiciones de demorar o hasta de torcer el proceso a su favor, salvo
particulares situaciones. Peor aún,
cuando resulta una vía de negociaciones indeseables por influyentes inescrupulosos,
dispuestos a vender sus influencias y que hacen de ello un modo de vida.
Justicia
y oportunidad
Otro
aspecto importante es la oportunidad de la administración de justicia, porque
como reza el dicho: “Justicia que tarda, no es justicia o deja de ser
justicia”; sin embargo, si bien es posible algún atisbo de corrupción en ello,
existen causas comprensibles, como la carga procesal o la naturaleza misma del
litigio. El asunto es la vacilación para entrar a la realización de la justicia
más allá de la forma y de la letra de la ley, pues por temor a contradecir
decisiones superiores, no siempre aplicables a la causa, pero que se aproximan
más o menos a ella, deniegan lo que es en sí de Derecho. Peor todavía, es el
caso de que un mismo juez, personal o colegiado, resuelva de modo
contradictorio casos en idéntica materia y situación procesal, con dictámenes
fiscales sucesivos con el mismo tenor.
Justicia,
legislación y logística
El
desarrollo de un país exige una Administración de Justicia sólidamente
preparada y de una ética elevada. Esto importa legislación y jurisprudencia coherentes
con los principios fundamentales del Derecho, organización eficiente que
garantice la estabilidad de los jueces y del personal técnico y administrativo
que les permita, en especial a estos
últimos, un ritmo de vida en buenas condiciones; recursos suficientes y
oportunos para mantener la logística al nivel de los avances tecnológicos y una
adecuada administración del sistema.
Algunas
adecuaciones
Con
el objeto de mejorar la Administración de Justicia, se han dado avances
importantes, como la introducción de la oralidad, dirigida a acelerar los
procesos, aproximación a una adecuada selección de los jueces para mejorar la
calidad de los potenciales humanos y el desarrollo de la justicia arbitral, en
orden a sentar confianza en los litigantes. Muy importante, desde la
Constitución del 79, fue la introducción de las acciones de garantía y la Justicia Constitucional.
Sistema
disciplinario y corresponsabilidad
El
sistema disciplinario debe enfocarse adecuadamente a la luz de nuestra cultura
y tomando sólo referencias de los sistemas comparados. Si bien es verdad que el
orden jerárquico localiza la disciplina al interno, el asunto es la
imparcialidad en los procedimientos y sus resultados para evitar eso de que “otorongo
no come otorongo”.
La
eficiencia de la Justicia no sólo es de responsabilidad de los jueces y del
personal asistente y auxiliar, lo es también de la colectividad de operadores
jurídicos, de las Escuelas de Derecho y de los cientistas del Derecho.
Trujillo-Perú.
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