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miércoles, 19 de diciembre de 2012

¡CRISTO NACERÁ!


¡Cristo nacerá!

Cristo nacerá. El comercio se afana en adornar las calles. No faltará quien lo haga con el entusiasmo de la fecha; como muchos con la esperanza de llenar las cajas. No lo reprochamos, ni tenemos un porqué. La gente se alegra y demanda desde lo más humilde hasta lo más sofisticado para expresar su cariño. Así somos los hombres.

Si hay demanda tiene que haber quien oferte y ésta es la función del comercio. Se produce y se oferta y, en ambas situaciones, hay trabajo. El hombre tiene que vivir, tiene que alimentar su cuerpo para tener la oportunidad de la eternidad. El problema fundamental no es éste, porque esto es pura dinámica económica, a la que ningún pueblo puede renunciar.

Entre el amor y el odio

El problema serioc es que Cristo nacerá y volverá a ser odiado y será crucificado en la próxima Semana Santa, porque su mensaje de amor sólo se recibe con suspiros y el nombre de Jesús se ha trocado en cadencioso halago a los oídos y en una blanca túnica de angelical pureza.

Cristo nacerá y lo hará en un pesebre maloliente, como cientos de miles de niños en el mundo. Nacerá y a los pocos días conocerá la persecución implacable, por el solo hecho de la confusión ignorante; aunque, tal vez, por la peligrosidad de su mensaje: Justicia contra prepotencia, deber contra lenidad, igualdad contra discriminación, libertad contra esclavitud y compromiso contra indiferencia.

Cristo nacerá para dividir. Yo no he venido a traer la paz; sino la espada, es su mensaje.
¿Contradicción? No. Cristo es justicia y la justicia divide. Quien se ponga de su lado sufrirá, como que está obligado a luchar. Os matarán  y seréis aborrecidos a causa de mi nombre, será su mensaje.

Desposeídos, Responsabilidad y Justicia

Cristo nacerá para los parias. Nacerá para los humildes de corazón, para los desposeídos sin causa, para los humillados y ofendidos; aunque pronto lo adornarán con flores y lo vestirán con galas que jamás reclamó y lo sentarán entre los gentiles, sonriendo con  cara de mancebo resignado. Será necesario que esto se haga para acabar con el hombre recio que expulsara a los mercaderes del Templo del Señor y que lapidara a los fariseos: “Guías ciegos que coláis el mosquito y os tragáis un camello”, les  dirá en su cara. 

Cristo nacerá y con él, el grito de dignidad y de justicia social. Nacerá y exigirá actitud franca y leal a los deberes sociales; no la limosna de los soberbios. “Apartaos de mí, malditos de mi padre, al fuego eterno… Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, estuve desnudo y no me vestisteis…” He aquí el juicio final y la separación de justos e injustos. No es la letra lo que importa; sino el sentido del mensaje: Los deberes para con los semejantes. El sustento y fin de la vida social. Defrauda estos deberes el patrono que explota y humilla, cuanto el trabajador ineficiente y conformista; la autoridad déspota y arbitraria o el ciudadano lenil e indiferente.

¡Cuánta gente es recluida en prisión por delitos ocasionados por pasión, hambre, desesperación o despecho! Sin embargo, cuántos otros quedan impunes y hasta se les obsequia con galardones por trabajos y funciones que jamás realizan o que cumplen a medias; no obstante el salario, sueldo o dieta que la colectividad les paga. Pagos que son el esfuerzo y la sangre del común.

Solidaridad, Amistad  y Testimonio

Cristo nacerá. Nacerá para predicar la solidaridad y condenar el contubernio. “Los hijos de este siglo son más avisados en el trato con los suyos que los hijos de la luz. Los hijos de las tinieblas se confabulan, mientras los hijos de la luz confían”. La solidaridad es expresión de la amistad y la amistad es un valor positivo que sólo cabe en la pureza del corazón, nunca en la avaricia y en los intereses creados. Cristo nacerá para terminar ofrendando su propia vida. “No hay amor más grande que este, el de dar la vida por los amigos”.

Cristo nacerá. Alegrémonos, todos. El día pasará muy pronto. Después nos tranquilizaremos, pues el ideal navideño, el mensaje del pesebre será sólo cánticos, hermosas sonrisas de niños y, quién sabe, el recuerdo de la renovación de una fe que no tenemos o que únicamente exhibiremos en cuanto no nos exponga al ridículo ni impida nuestro éxito social. Después de todo, siempre estaremos prontos para los actos de caridad doméstica y, mejor aún, si se adornan con el sabor de la aspiración de muy buena gente.

Tal vez y sólo tal vez, algún día, tenga cabida el mensaje social del Evangelio y el de paz en la tierra a los hombres de buena voluntad de la anhelada realidad navideña, de la cual todos podamos participar.

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