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martes, 4 de junio de 2013

EL PAVO REAL

El presente ensayo pretende presentar ciertos perfiles de la personalidad en general, fuera de rigurosidad sicolica y sí, del sentido que pudiera resultar de la observación.  Por cierto que no escapa una observación de esta forma de la subjetividad del observante, aunque pudiera verificarse de que efectivamente así resulta para muchos y para otros pocos que prefieren callar por prudencia o para evitar malas interpretaciones. A ver si nos miramos al espejo y a ver que resulta de nuestras apreciaciones. 


EL PAVO REAL


Ese colorido y maravilloso plumaje,  que se exhibe esponjado   en grácil y pausado movimiento, pertenece a una ave rara que conocemos como pavo real, pariente del horrible, pero muy útil gallinazo, guardián del medio ambiente. El pavo real parece estar consciente de que su hermosura es todo lo que tiene y todo lo que puede dar y en eso es un humilde animal. Por desgracia para él,  los humanos solemos compararlo con ciertas personas que inconscientes de su poca utilidad, suelen adoptar posturas similares, sacando el pecho, sofisticando su andar,  estirando el cuello para mirar a su alrededor, sin contestar el saludo de quienes considera inferiores.

Los hay de varias clases: Predestinados, Engreídos, Autosuficientes y Vanidosos.


Los predestinados

Habemos humanos que reclamamos posiciones preeminentes porque nos hemos convencido que esa posición fue hecha para nosotros y no admitimos que otra persona siquiera pretenda lo que creemos nos corresponde en exclusiva y que imaginamos anterior a nuestro nacimiento. Entonces nos pavoneamos ante el resto, exigimos el reconocimiento de ese derecho natural y combatimos fieramente cualquier competencia al respecto. Si por el acaso alcanzáramos el sitial de nuestras ambiciones, cualquiera hubiera sido la circunstancia, entonces, no queremos dejarlo y si se nos fuerza a hacerlo tendremos como enemigo al sucesor, como un intruso, advenedizo y usurpador, sin importar la causa del remplazo. Sentiremos mancillado el plumaje y la galanura del pavo real. Hay varias clases de predestinados: por el lugar de nacimiento, por razones genéticas,  por matrimonio, por chochera de un protector  y, también, por el acaso; estos últimos son los más tercos.   


Los engreídos

Los hay, quienes por feos o por lindos, fueron engreídos de mamá o de papá o de una vieja tía y como todo se les dio en casa,  todo se lo reclaman al resto del mundo. A veces, es un asunto de color o de apellido, Velázquez del Monte Pérez del Alcázar o de la Parra y Riego de la Espiga  u otros ilustres nombres, ya deslustrados, sin tierras ni beneficios que se desperdiciaron por tres generaciones. Sin embargo, también se empluman, dejan de comer, usan mondadientes y apenas si alternan con otros que consideran de menos alcurnia y que simplemente soportan por una cristiana humildad. Claro que pagan el club, dejando uno o dos trimestres en mora o a los ralos proveedores que incautos esperan el cumplimiento de esa mentira universal: ²mañana te pago². Este pavo real exhibe las plumas de su linaje y considera una ofensa que no se le fíe o que no se acepte su recomendación. Si por el acaso, ocuparan puestos de importancia, sean públicos o privados, o les sonríe la fortuna, reclama saludos con venias a todo ser que se le cruza en el camino, reservándose el privilegio de contestar ese saludo, como en la fábula del gato y del león y revientan ofendidos,   si el chofer les ofrece el asiento de adelante.

Los autosuficientes

No se trata del docto, ni menos del sabio, los que casi siempre son seres humildes; sino, del sabelotodo, el que no admite opinión en contrario. Es esa especie que apela a la experiencia para rebatir al joven o a la modernidad para contradecir los argumentos de la experiencia o a lo ilustre de su profesión o prosapia de su universidad o de las Escuelas primarias o secundarias de las cuales egresaron, como si fueran  actos de fe. Se considera dueño de las editoriales y exclusivo lector de las revistas culturales y especializadas, aunque no las conozca ni por el forro.  Cuenta las plumas de colores que adquiere en alguna barata y las exhibe como si fueran  propias.  Para los autosuficientes basta su “nivel de inteligencia” y “sagacidad” para resolver todos los problemas de la vida y del trabajo y de los negocios, en particular. Ellos y sólo ellos son capaces de  resolver todos los problemas y menosprecian las posibilidades de otros. Hablan, aunque no corresponda al contexto,  de semiótica,  dialéctica, estadísticas y campanean las palabras, que expresan en gesticulaciones teatrales y, como el pavo real, se empluman en todo campo, pero al final sólo les queda la desilusión de los magros resultados alcanzados, cuando no, del fracaso, cuya responsabilidad eluden con el pretexto de que no fueron nunca comprendidos.        

Los vanidosos

Es la especie que halagada por la suerte hizo fortuna, o que la recibió por herencia, aunque después la hubiera perdido. El vanidoso hace de lo eventual o aleatorio o superficial toda su escala de valores. Los vanidosos son ciertos individuos que  fueron premiados con la fuerza de la inteligencia o con la figura que recibieron en el reparto de caras como beneficio gratuito del Todopoderoso o que, por méritos propios o sin ellos, alcanzan posiciones de importancia en el conjunto colectivo, razón por la cual, diría sinrazón,   menosprecian a todo el que a sus ojos carece de la misma condición que ellos poseen o se castigan a sí mismos con la envidia para quien los posee. Tratan de hacer ostensible sus categorías y nadie, mejor que ellos.  Es el complejo de la reina bruja con Blanca Nieves. El vanidoso es quizás el más representativo de la injusta comparación con el pavo real. El vanidoso olvida que todo en esta vida es  sólo prestado y que, como la palabra hombre viene de humus que quiere decir tierra, a ella volvemos y que, más allá de la muerte, sólo llevamos culpas y buenas acciones.

Mi culpa


Por mi parte no me excluyo de ninguna de estas figuras, pues todo dependerá de la ocasión y circunstancia, porque al fin y al cabo, es muy difícil ser su propio juez y cuando se pretende semejante función ya se es un poco engreído, autosuficiente, vanidoso y predestinado. Quizás si lo predestinado sea discutible y quede para los que, en pose mesiánica, se consideran los únicos con la estrella marcada para profetizar, dirigir los destinos de pueblos o instituciones y constituir dinastías para el gobierno que ejercen. Dios nos proteja de semejante especie de individuos.

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