ENTRE
LA PAZ Y LA GUERRA
Si preguntáramos a
las madres de familia por cuál de estas opciones decidirían, con toda seguridad que, sin
vacilar, apostarían por la paz. Esto, independientemente de que si tuvieran que
afrontar una situación bélica tomarían valor para sacrificar su valioso tesoro
en defensa de los principios que conlleva el significado patria. El asunto se hace más complicado cuando el
conflicto bélico podría o se produce al interno del amado país. Esos deben ser
los dilemas que se afrontan en los casos de una Venezuela agitada por la lucha
del poder y, peor, ante la amenaza que se cierne de destruir el planeta tierra hecha
por un agitado líder de Corea del Norte. Asunto, este último, que requiere de
un enfoque especial.
Dios guarde a Venezuela
Este país tiene ya un
presidente elegido y electo en un discutible proceso electoral, realizado sin
observadores internacionales, en desiguales condiciones de medios y recursos
con el pretexto de la defensa del principio de soberanía y de la
institucionalidad. Digo, pretextos, porque en el concierto internacional el principio de soberanía no es ya un
obstáculo para las interrelaciones de Estados y de Gobierno, de lo contrario no
se explican los organismos supranacionales y la subordinación a éstos, como
también la aspiración a la unión de diversos Estados con una legislación y una
economía comunes. Tampoco resulta
coherente la negativa al conteo de votos y a la solución de las irregularidades
denunciadas, de modo que las decisiones adoptadas por los organismos
competentes, así fueron y así culminó la elección.
Esto, como muestra del desequilibrio del
proceso. Desgraciadamente, la participación en el proceso se hizo conociendo
esas situaciones que ponían en ventaja a una de las partes y los resultados
eran previsibles, el resto era esperanzas en la desconfianza.
¿Y ahora, qué?
¿La rebelión de las
masas? ¿Con que medios? ¿La sola valentía de poner el pecho? Los poderes
formales del Estado están controlados
por los ganadores y el poder
concreto y efectivo está subordinado a ellos. De modo que un levantamiento de
las masas requeriría el apoyo de ese poder real, caso contrario se producirán
muertes de ambos lados, para llegar a lo mismo, es decir, sacrificio de vidas
en vano y los ganadores, muertos de risa y con ventaja para acusar de esas
desgracias a la oposición. Desafortunadamente, las arbitrariedades y la
prepotencia son producto de esas mayorías, donde quiera se den y es muy fácil
el armar muñecos para derivar “responsabilidades” e imponer el terror al común
de las gentes.
El asunto se complica
con la decisión de UNASUR y de cada uno de los Estados articulados en éste;
pues producido el reconocimiento de los Estados miembros, la legalidad del
gobierno queda consagrada y amerita el respeto interno y externo. Resulta así
ocioso el condenar la asistencia del presidente de la República al acto de
juramentación y peor la amenaza de censura del Ministro de relaciones
exteriores.
Sólo queda una
oposición inteligente y valiente que mantenga alerta a la ciudadanía de los
despropósitos que ya se vislumbran.
Dejamos aparte los
pretextos ideológicos y eso de convocar al socialismo, al humanismo cristiano,
socialismo bolivariano, liberalismo o neoliberalismo, ya tendremos oportunidad
de discutirlo.
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