NAVIDAD SIN JESÚS
Si bien las Pascuas de Navidad son una fiesta religiosa que
convoca a la cristiandad a recordar la encarnación del Salvador, surge la
inquietud de asegurarse de que efectivamente esto es así o simplemente son días
o momentos festivos para el reencuentro familiar o para la expresión
sentimental o de gratitud o de hacerse presente a la clientela o a quien se
considera nos podría alcanzar algún beneficio. En fin, de todo hay y ello no
tiene por qué ser recusable. Lo que si
estaría fuera del momento es que dejemos de lado a quien debe ser el centro de
la atención, a Jesús, hijo de María y Dios hecho carne, participando de la
humanidad, objeto de redención y en este sentido, de él mismo, como hombre puesto
sobre la tierra con una sagrada misión: morir como sacrificio de redención.
A veces sentimos que estamos olvidando esa razón
fundamental y en vez de encontrarnos con
el cántico angelical de “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”
percibimos los afanes de codicia o de solaz en la vanidad, convocando en los
niños el afán del regalo más valioso y a los adultos, aprovechando el momento
de sentirse mejor que el vecino con sus sofisticados adornos o exhibiendo los
más valiosos obsequios. Después de todo, son expresiones de la naturaleza
humana y si ello conlleva buena fe y autenticidad; así sea, pero siempre que de
alguna forma no olvidemos compartir algo de lo nuestro con el menesteroso y sin
caer en el solaz de la “caridad”, sí, con el reconocimiento de nuestro deber de
solidaridad y convocando la razón de la festividad, símbolo de la modestia, de
la paz y del perdón.
Hoy, somos más atraídos por la magnificencia del “árbol de
navidad” con el resplandor de sus luces y sus dibujos extraños, No se trata de
un algarrobo o de una palmera o de uno de aquellos que identifican a nuestros
pueblos; no, sino, de un pino, propio de otras realidades y expresión de
alienación que nos aleja de nuestra identidad. Peor todavía, presentado lleno
de algodones semejando caída de nieve, suceso de otras realidades.
En fin, todo ello, me
lleva a sentir que cada vez estamos más lejos de convocar la esencia de
la navidad con Jesús, dejando en segundo plano el recuerdo de su encarnación,
danzando alrededor de un árbol extraño y ya no de los nacimientos que procuran
plasmar los portales de Belén, la
alegría de los pastores y el homenaje de
los reyes magos.
Sean nuestros deseos de que estos días convoquemos la
solidaridad y la afirmación de nuestros deberes y responsabilidades para con
nosotros y con los demás.
Que en estas fiestas se sigan luciendo los
pinos, llenos de adornos y de luces o de estrellas brillantes, lo importante
será lo que tenemos en el espíritu y elevemos nuestras mentes al sublime
misterio de la encarnación. Quienes no crean en esta agonía cristiana y ni
siquiera en religión alguna, se les mueva el corazón y se acerquen a los niños,
como un homenaje a la humanidad en la inocencia.
Por mi parte, no he podido traer un algarrobo, ni una palmera, de modo que en casa se han tenido que conformar con un pino artificial, con sus bombillas y sus estrellas, sobresaliendo el nacimiento, como el símbolo del sublime misterio.
Por mi parte, no he podido traer un algarrobo, ni una palmera, de modo que en casa se han tenido que conformar con un pino artificial, con sus bombillas y sus estrellas, sobresaliendo el nacimiento, como el símbolo del sublime misterio.
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