AL MAESTRO, CON CARIÑO
Celebramos
el día del Maestro en circunstancias
difíciles en el Perú. Día institucionalizado para homenaje y gratitud al
difícil rol de instruir, orientar y educar a las generaciones de una sociedad. Por
eso, quien sabe, el título de este artículo puede parecer ironía o un buen
deseo o una esperanza en el desaliento. Me parece que tiene de todo esto.
Ironía
Debe
ser incalculable el papel que se ha impreso loando al maestro, en prosa o en
verso. Bien lo merece por su excelsa misión. Sin embargo, el orden que se le
obsequia en la consideración social, real y prácticamente, es de última
prioridad, tanto que gran parte de los profesionales de la educación buscan
otras actividades que les permita un ascenso en todos los órdenes. Noble misión
que no siempre se lleva con dignidad y que hasta tiene que esconderse o
presentarse como el necesario entretenimiento por no tener nada que hacer. Vaya
alabanzas que se estrellan con la amarga verdad de la vida cotidiana y que
buscan liberación en otros predios del quehacer humano, cualquiera fuera su
naturaleza, pero que permita vanagloriarse por los rendimientos que ofrece, más
que por constituir el adecuado medio para realizarse humanamente.
Buenos Deseos
Todos
los Regímenes Gubernamentales han expresado siempre su buena voluntad para
mejorar la situación de los educadores. La Ley 15215 fue una manifestación
concreta y de allí hasta las actuales normas en las que se incluyen importantes
conquistas en orden a ciertos beneficios complementarios. Sin embargo, el
problema ha sido siempre el haber, con el cual se atiende a las diarias
exigencias de la vida y del que se espera una provisión para el futuro. No es
posible negar que no se han dado avances pero, aún quedan aspectos para definir mejores
posibilidades, a la altura de la dignidad que les corresponde. No puede
seguirse soportando que, en los sectores burocráticos de la Administración
Pública, cargos con menores exigencias tengan haberes que superan a los cargos
docentes del más alto nivel magisterial y de la mayor dedicación y no puede
seguirse soportando, no porque se crea que el personal administrativo no deba
tener remuneraciones adecuadas (tal vez para muchos no lo sea); sino, que debe
existir una coherente correspondencia y porque resulta superficial la excusa
del número de profesores o de la superioridad de la rentabilidad financiera de
ciertos servicios (Empresas Públicos y del Estado) sobre los educativos. La
Educación es una inversión y no sólo un gusto consuntivo, como muchos creen. Se
comprende la gravedad de la problemática económica y financiera del País y que
la solución a los haberes del Magisterio no puede sustentarse sólo en buenos
deseos: pero se hace menester un esfuerzo para procurar a corto plazo un rango
compensatorio y delinear una solución definitiva al problema estructural, al
mediano plazo. Esto es posible de esperar. No puede negarse que este Gobierno
no haya dado muestras de buena voluntad para ablandar la dura situación del
maestro; sólo que se espera una aceleración de las expectativas que se han
puesto en las reformas educativas y fortalecer la capacitación para garantizar fluidez
en la carrera magisterial.
Esperanzas
El
Magisterio Nacional sabe de las esperanzas de los padres de familia en la
conducción de la formación de sus hijos. El Magisterio tiene la convicción de que
debe poner todo su esfuerzo para responder a esa confianza, pues está moral y
jurídicamente obligado a ello, porque su actividad más que una profesión es un
estado, un sacerdocio laico. Por eso, el Magisterio espera de la Sociedad una
justa compensación que le permita sobrellevar el apostolado de la docencia.
Sólo así se podrá exigir una aproximación al estereotipo del Maestro. Todos
recordamos con cariño a aquella maestra que nos condujo a las primeras letras y
nos orientó en nuestras primeras lecturas. Todos guardamos memoria de aquellos
profesores que se esforzaron por instruirnos y educarnos con aparente rigidez y
hasta dureza. No pocas veces, el camino profesional fue sugerido por uno de
aquellos maestros que analizó nuestras posibilidades y nos sugirió algunas
alternativas. Todos abrigamos la esperanza de que nuestros hijos queden
confiados a maestros como aquéllos de
los que guardamos el más grato recuerdo. De aquéllos que soportaban con
resignación, en silencio y con la frente muy alta la postergación y la penuria
económica. De aquéllos que sabían esconder en el regocijo de sus clases la
pasión de sus hogares. Porque, entonces, eran otros tiempos. Entonces, la
sociedad de consumo no carcomía la belleza de los ideales, el maestro no era
por el diploma que tenía; sino, por el saber adquirido y exhibido. Ahora, los
patrones sociales han cambiado, ya no hay gallinas en el corral, las distancias
alejan el trabajo del hogar y nacer, como morir, es muy caro. Hoy en día, la
educación ya no es tan personal y familiar, se requiere de técnicas apropiadas
y de una constante renovarse, al ritmo de la tecnología y de la circulación de
la información; así como, actualizarse, porque el conocimiento se muta
rápidamente. Las tensiones han aumentado, el espacio libre se hace pequeño, las
condiciones de los ambientes de trabajo deprimen, hay que luchar con la
desazón, la incomprensión, la irresponsabilidad y el resentimiento. Ahora, se
requiere de mucho más valor para sobrellevar ese heroico apostolado en el
contexto de una mejor situación económica. Cualquiera que vea y sienta de cerca
esta realidad podrá comprender la actitud de rebeldía, las concentraciones y
manifestaciones que parecen tan impropias de quienes tendrían que dar ejemplo
de orden y ponderación. Qué nos queda, sino poner toda nuestra esperanza para
que no sólo se comprenda la situación, sino que se procure su solución,
devolviendo la dignidad y el decora a tan excelsa misión.
Justo Homenaje
No
creo justo terminar sin traer a la memoria algunos nombres de maestros que
rindieron su vida al Magisterio o que han dejado allí gran parte de la misma y
que aún continúan en su vocación de servicio en actividades similares. Me
refiero a maestros como Gustav Ries, de quien apenas si quedarán discípulos;
Andrés Ulises Calderón, rebelde y organizador; Horacio Condemarín, alegre y
orientador; a Victorita Pinillos, paciente y sencilla; Amable León de Flores,
firme, activa y forjadora de espíritus, promotora y Directora del Liceo
Trujillo; a Sor Rosa Portal, disciplinada, tenaz, imperecedera en el corazón de
las Belenistas; Evita de Rosales, sensible y atenta; en fin, a muchos que
resumen generaciones de esta noble Trujillo que tanto queremos. En mi memoria
quiero, finalmente, rendir homenaje a Lucrecia Rebolledo y a su escuelita con
el libro de Mantilla, allá, en Piura en el Distrito de Castilla, a Juana Rosa
Vinces, del Centro Escolar Nº 21, forjadora de generaciones piuranas; a Teófilo
Guaylupo y a Eugenio Pennatti, sacerdotes salesianos, cuyo magisterio
trasciende las fronteras nacionales. A todos ellos nuestro más ferviente
admiración y en ellos el más rendido homenaje a los maestros del Perú, con el
deseo y la esperanza de su pronta reivindicación.
FELIZ DÍA MAESTROS
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